Los datos, basados en la Encuesta sobre Integración y Necesidad Sociales (Einsfoessa), indican que una de cada cuatro personas en Barcelona se encuentra en esta situación, afectando a 225.000 hogares. Además, el 37,7% de la población de la diócesis vive bajo una situación de "integración precaria", mientras que la población extranjera tiene tasas de exclusión 2,4 veces superiores.
“"Las situaciones de precariedad claramente se relacionan con capacidad de población para acceder a la vivienda. Tener una vivienda digna y asequible parece que sea cuestión de suerte."
El documento señala el precio del alquiler como uno de los máximos responsables de la situación, alertando que el lastre que supone el gasto en vivienda ha terminado por convertirse en una "trampa de pobreza". Más del 15% de la población cae en pobreza severa tras ejecutar este gasto.
La precariedad se ha consolidado como "la nueva normalidad" en la diócesis: el 57,5% de las personas en exclusión social residen en hogares donde el sustentador principal tiene trabajo. Estas dificultades se multiplican por tres en los hogares con menores.
“"No podemos permitir que las oportunidades de niños y adolescentes dependan de la suerte que tengan al nacer."
El arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, aseguró que las cifras reflejadas en el informe son una muestra de la insolidaridad de la sociedad y citó al papa Francisco para referirse a la "globalización de la indiferencia" como causa principal.




