El hallazgo se inició durante un control de pasajeros en el aeropuerto de Madrid-Barajas, donde los agentes entrevistaron al viajero, que procedía de Barcelona-El Prat y tenía como destino final Colombia. Las respuestas inconsistentes sobre el motivo del viaje y el peso excesivo de los tres cuadros decorativos levantaron las sospechas.
Aunque los primeros tests de drogas realizados por la Policía Nacional dieron negativo, los agentes decidieron intervenir las pinturas. Posteriormente, fueron trasladadas al Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses de Barcelona, donde se confirmó la presencia de 15 kg de cocaína.
La cocaína estaba camuflada bajo una gruesa capa de resina epoxi, de color negro y textura granulada, lo que impedía la detección con los reactivos habituales.
Esta ingeniosa técnica de camuflaje utilizaba resina epoxi, un material sintético de gran dureza, para ocultar la sustancia. La droga, además, había perdido el color y el olor característicos del alcaloide, presentando un aspecto negro y fino que no reaccionó a los reactivos policiales estándar.




