La consigna de “resistir” domina la agenda de Sánchez, quien busca ganar tiempo frente a los casos de corrupción que han salpicado a figuras como Ábalos, Cerdán y Koldo. Esta situación fuerza al Gobierno a pagar un precio político creciente, materializado en nuevos acuerdos con partidos que se oponen al modelo de Estado español.
Aunque el Gobierno presume de crecimiento económico, diversos análisis señalan un “crecimiento falso” caracterizado por la baja productividad, el estancamiento del PIB per cápita y la alta deuda pública. Esta fragilidad, sumada al cuestionamiento de la separación de poderes, impulsa el voto hacia partidos radicales o extremos, según indican las encuestas.
La legislatura se define por la creciente dependencia del socialismo respecto al nacionalismo más radical. Los herederos de ETA, ahora en Bildu, exigen un trato similar al que siempre tuvo el PNV. En Cataluña, Oriol Junqueras (ERC) busca mantener su liderazgo y ya ha anunciado una reunión con Sánchez, mientras que Junts, con la incógnita sobre Puigdemont, mantiene la presión, contando con el PSC de Salvador Illa pidiendo abiertamente su amnistía.
Muchos españoles, incluidos catalanes, creen que 'ahora no toca Cataluña'. Ahora, toca España.
El PSC ha generado controversia al utilizar la frase favorita del expresidente Jordi Pujol, “ara toca”, para defender su agenda. La presidenta de la Diputación de Barcelona, la socialista Lluïsa Moret, ofreció una rueda de prensa el pasado lunes frente a una pancarta que advertía: “Ara toca Catalunya”, instando a los socios de Sánchez a mantener su apoyo porque el Gobierno “funciona”. Este uso del vocabulario pujolista se produce justo cuando se inicia el juicio a la “famiglia” del exlíder de CiU.




