La irrupción de Internet y las redes sociales ha transformado radicalmente el sector de la moda y los complementos, permitiendo que iniciativas surgidas de la pasión se conviertan en trabajos con alcance global. Proyectos como Lola's Clay, de Anna Vidal (Torregrossa), o MF Atelier, de Maria Filella (La Granadella), utilizan los mensajes directos (DM) para gestionar pedidos que llegan desde todo el mundo, combinando la venta digital con la participación en mercadillos y ferias locales.
Muchos de estos proyectos, impulsados por jóvenes con formación en Diseño Gráfico o Bellas Artes, crecieron inicialmente de la afición. La viralidad los ha situado en un contexto digital lleno de competencia. Mientras que Vidal y Filella han recurrido a colaboraciones con “influencers”, otras, como Noemí Marsal (Delanao Studio, Alcarràs), se muestran reacias, priorizando “darle valor al trabajo que hay detrás”.
“"A mí me sirvieron de trampolín, pero también son engañosas y provocan mucha frustración, cuando no es culpa tuya."
Esta dualidad de las redes es compartida por otros emprendedores. Ernest Costafreda, pionero con la marca Costalamel (activa de 2013 a 2018), decidió salir de las redes por la “lógica perversa” del algoritmo. Además, el alcance global ha generado un dilema lingüístico: muchos creadores, como Mayor, Marsal y Filella, reconocen haber tenido que relegar el catalán por el castellano o el inglés para llegar a más público.
A pesar de la dependencia digital, los creadores mantienen vivo el origen local de sus proyectos, participando en ferias y mercadillos para crear una comunidad física paralela a los seguidores digitales. Noel Pons, de Juneda, subraya la necesidad de reforzar los vínculos comarcales: “sería interesante crear una red a nivel comarcal para que estos pequeños proyectos se ayuden entre ellos”.




